A raíz de la pandemia del COVID-19, la industria farmacéutica ha cobrado un papel protagónico a nivel mundial. Sin embargo, el panorama de este sector en nuestro país no es muy alentador. El sector farmacéutico nacional acumuló una caída del 26% del PBI en esta última década –de 2009 a 2019- según un estudio realizado por la Asociación de Industrias Farmacéuticas Nacionales (Adifan).
José Enrique Silva, presidente de Adifan, indicó que entre el 2017 y el 2020 la industria manufacturera ha dejado de producir cerca de US$10,000 millones al año, significando pérdidas en puestos de trabajo, inversión, impuestos y desarrollo en general.
Por otro lado, la participación de productos farmacéuticos extranjeros va en aumento en el país. De los US$ 2.408 millones que movió toda esta industria en el 2020, el 66% correspondió a productos importados, es decir, US$ 1.601 millones versus los US$ 1.550 millones generados durante el 2019. En tanto, la producción local representó el 34% restante de este mercado, alcanzando US$ 807 millones. Esta cifra si bien aumentó ligeramente respecto al año pasado, igual muestra una tasa de crecimiento inferior a la de marcas extranjeras.
Los retos de la industria farmacéutica son cada vez más desafiantes, sobretodo porque la salud hoy más que nunca es la prioridad de los gobiernos, empresas y ciudadanos en todo el mundo. Este sector juega un papel clave en esta coyuntura donde su misión es proveer a tiempo los medicamentos requeridos por la población y la distribución de las ansiadas vacunas contra el covid-19.
Las organizaciones del sector farmacéutico “hoy en día” necesitan adaptar y modificar sus procesos y sistemas tecnológicos para responder a tiempo al marco regulatorio que les permita gestionar de forma eficiente la producción de sus productos y responder al entorno competitivo del mercado. Esta carrera hacia la innovación permanente exige una gran coordinación interna y externa entre las diferentes áreas de la organización, para ello necesitan contar con las herramientas y la inteligencia de datos capaces de gestionar esta exigencia, y es aquí donde la tecnología brinda una serie de posibilidades que puede ayudar a estas organizaciones a responder de la mejor manera a los retos de la industria.
La industria farmacéutica peruana debe apuntar a un crecimiento enfocado en la manufactura de productos farmacéuticos nacionales, pero para lograrlo debe ir de la mano de una inversión en tecnología que ayudará a que esta industria pueda consolidarse en un mercado tan exigente y competitivo.
La transformación digital en esta industria se ha dado lentamente y aún hay un largo camino por recorrer. La industria farmacéutica debe saber aprovechar las nuevas herramientas tecnológicas y tendencias digitales para mejorar la relación con el cliente, desarrollar nuevos servicios digitales (e-commerce), mejorar el rendimiento operativo, obtener un control más profundo en tiempo real de todas las etapas de la cadena de suministro (visibilidad, incluso con proveedores y operadores logísticos), entre otros grandes beneficios.
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